El sistema productivista-desarrollista, basa-do sobre todo en la obtención de energía de residuos fósiles y su distribución a las poblaciones de todo el planeta, impidiendo la investigación, producción y distribución de otras energías, de nula o escasa contaminación y siempre más respetuosas con el medio, que sólo tiene en cuenta el beneficio privado repartido en escasas familias y que genera control social y político sobre las poblaciones, requiere de una crítica radical, pues las necesidades sociales, ecológicas, medioambientales, de distribución de la riqueza social y de derechos de pueblos y personas y derechos laborales, desaparecen para que el sistema funcione.